Introducción 
Contexto histórico
Durante esta época surge otro gran pensador medieval, ya dentro de la Escolástica: Boecio. Su primera tarea fue su intento de trasladar al latín el aparato conceptual de la filosofía griega. Pudo entonces iniciar su obra de filósofo y comentador de Aristóteles. Puede afirmarse también que él fue el medio por el que llegaron a Occidente, antes del siglo XIII, una serie de conceptos de la lógica y la metafísica aristotélicas (acto, potencia, accidente, universal, substancia, especie, etc.). Además recoge y transmite conceptos estoicos, como los de “Naturaleza”, “ley natural” y “realidad” entendida como corporalidad, el destino y la providencia divina.
Dada la necesidad de explicar y develar algunos misterios de la Revelación, Boecio con ayuda de los conceptos aristotélicos echa mano de nuevos conceptos que aclararán y disiparán toda duda y cuestionamiento realizados por las herejías. Por ejemplo: inventa el término “persona” para demostrar la posibilidad de la Encarnación de Dios Hijo sin perder sus naturalezas: divina y humana.
Ya no es suficiente la definición de hombre por parte de Aristóteles como “animal racional”, sino que es necesario un nuevo término que explique también el componente espiritual. La persona[1] se define como “substancia individual de naturaleza racional” otorgada por Boecio y analizada por Santo Tomás una vez recibida la Revelación. Si nos fijamos un poco ambas definiciones son completamente distintas, pero similares por un mismo término: la naturaleza racional que ambas definiciones poseen y determinadas por la época y el periodo histórico en el cual están insertos.
[1] Para Santo Tomás persona significa lo que es más perfecto en toda la naturaleza, es decir, el subsistente en naturaleza racional.